Leriano siente una atracción por Laureola, una muchacha que resplandece glorificada ante la mirada del joven. Es tanto el sentimiento de él por ella, que el autor hace uso de alegorías para representar el estado interno del personaje. El diccionario de la Real Academia de Española (RAE) define alegoría como una “ficción en virtud de la cual un relato o una imagen representan o significan otra cosa diferente”. De esta manera, Leriano es un prisionero de Deseo, un “feroz de presencia como espantoso de vista”, que lo mantiene encerrado en la cárcel de amor, martirizado por el Ansia y la Pasión. Y a su vez, el recinto está constituido sobre cuatro pilares; Memoria, Entendimiento, Voluntad y Razón.
El narrador accede a servir de intermediario entre Leriano y Laureola por petición de él, logrando que se intercambien cartas de amor. Sin embargo, el conflicto viene dado por un tercero, Persio, que difunde rumores que ponen en riesgo el honor de la dama. Aunque el bien prevalece y Leriano vence a Persio en defensa de su amada, que enfrentaba una ejecución, la jovencita prefiere no restablecer la relación, sumiendo a su enamorado en una profunda tristeza.
Leriano decide echarse a morir y en otro acto lleno de simbolismo destroza las cartas de Laureola y bebe las palabras rotas, las promesas no cumplidas, el amor no correspondido y la falta de amor de ella por él. Ante el lamento poético de su madre, Leriano perece de inanición.
Según la RAE, inanición es una “debilidad grande por falta de alimento o por otras causas”. En este caso, la causa fue el desamor, un argumento utilizado ampliamente en la literatura. Determinar que la vida no vale la pena vivirla tras la resolución fallida de una historia de amor es un razonamiento que prevalece en el tiempo en las plumas de escritores mucho más modernos.
Por ejemplo, Leriano es el Quasimodo de Víctor Hugo en su obra “Nuestra Señora de París”, de 1831. Y la gitana es la Laureola de Quasimodo, quien al principio de la obra la victimiza y luego la rescata de una ejecución, refugiándose en la Catedral de Notre Dame, en París. Tras un segundo intento de asesinato, esta vez exitoso, la joven muere y el horrible Quasimodo decide morir de inanición junto al cuerpo inerte de su amada, como una forma de autoflagelación por no haber luchado para que viviera.
Casi cinco siglos después de Cárcel de amor, en 1977, la novelista australiana Colleen Mc Cullough escribe el éxito editorial El pájaro espino, una historia de amor imposible entre un cura y una niña. Antes de que inicie el relato sentido de la humilde familia Cleary, Mc Cullough prologa el mensaje de su obra:
“Hay una leyenda sobre un pájaro que canta sólo una vez en su vida, y lo hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra. Desde el momento en que abandona el nido, busca un árbol espinoso y no descansa hasta encontrarlo. Entonces, cantando entre las crueles ramas, se clava él mismo en la espina más larga y afilada. Y, al morir envuelve su agonía en un canto más bello que el de la alondra y el del ruiseñor. Un canto sublime, al precio de la existencia. Pero todo el mundo enmudece para escuchar, y Dios sonríe en el cielo. Pues lo mejor sólo se compra con grandes dolores…
Al menos, así lo dice la leyenda.”
Leriano es el pájaro espino que decide morir en el árbol (la cárcel de amor), tras haber encontrando la espina que consideraba como la más filosa (Laureola). Y tres décadas después de la creación literaria de Mc Cullough, el peruano Mario Vargas Llosa inventa otra historia de amor con el mismo argumento.
En Aventuras de la niña mala (2006), Vargas Llosa muestra cómo su protagonista, Ricardo (Leriano) un joven traductor, pasa su adolescencia, juventud y adultez atormentándose por “la niña mala”, una mujer que periódicamente se aparece en su vida, le mueve los pilares (Memoria, Entendimiento, Voluntad y Razón) y lo abandona, una y otra vez, dejándolo preso en los sinsabores de un amor basado en el interés y en la codicia, en una cárcel de amor.
De San Pedro teoriza con simbolismos y alegorías el destino de miles de personajes de la literatura clásica y moderna que decidirán desfallecer debilitados por la ausencia de reciprocidad del ser amado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario